Ralph mordió un sonido lejano, alcanzó un tomo de las enseñanzas de Kong – fiuk hasta el límite de la masa y escribió. Frituras de mañana – fagáceas para el ministro por la tarde. La llegada de Samuel Morse no lo sorprendió rotando desnudo y el nivel de la sidra estaba a punto de ameritar un cambio de canal. Todo era en vano. El vació llegaba cada vez. Ralph se siente oprimido hasta los huesos y no logra respirar, se ahoga en si mismo y una mariposa monarca abdica a su puesto junto a Galileo y la careta empolvada de Lenin. ¡¡Guiso de lentejas!! La cabeza de tortuga gigante, con peso infinito sobre su mesa de luz asumía devastadoramente ¨el¨ rol y lo asfixiaba. Ralph sonríe. La celulosa cuidadosamente puesta en equilibrio sobre un coccinélido dormido (tal vez una Vaquita de San Antonio) forma una salida. Ralph piensa - solo para ser utilizada -. Si las dos enanas blancas sobre el refrigerador vuelven a encenderse será muy tarde, el postre helado se habrá ido en vano.
Se extraña a Jack London. Volverá a ser explicado el Teorema de Tales con migajas de pan de centeno en el galope hacia Manchuria. La distancia se hace cada vez menor, los ojos de la cabeza de tortuga gigante lanzan ondas electromagnéticas que cambian el dial y sintonizan una balada que desgarra la ropa de Raplh. Ralph cae al suelo elegantemente pero se fisura en un ronquido de oftalmólogo. Corre en dirección a la pared para detener el artefacto pero ésta se aleja 0,9999999 pasos por cada uno que lo acerca a ella. Ralph sabe que eventualmente alcanzará a la pared pero luego de correr por siete años se detiene exhausto y con ganas de jugar ludo. La colección de dagas senegalesas y piedras koreanas lo había seguido hasta allí. Ralph sonríe, pues la cabeza de tortuga gigante está a siete años de viaje subterráneo en bolsa de arranque número seis. Instantáneamente se genera un pez gordo y rojo que solo mueve la aleta dorsal flotando justo frente a su pulmón izquierdo. La cabeza de tortuga ya está allí.
Ralph toma una vieja sentencia escrita en una hoja de papel cans que ya nadie apelará y la arroja al suelo. Sabe que no ha ganado la batalla, pero al menos no se siente en guerra. Finalmente Ralph se arrulla a si mismo y se duerme en posición fetal con el sol quemando sus últimos átomos de helio dentro de la heladera. Se ha salvado.
Facundo de frambuesas.
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